Había comenzado a escuchar una melodía triste, una de esas tonadas que
te hacen olvidarte del mundo y sin embargo, no había podido sacarte de mi
cabeza, estabas ahí escondida de manera desagradable, a pesar de querer
desecharte constantemente con toda la basura que guardaba entre susurros, para
limitarme a escuchar el silencio de mis pensamientos mientras enloquecían por
tu ausencia.
La
ausencia de aquellas caricias desmembraban cada una de las partes de algo, que
al carecer de etiquetas quisimos llamarle amor, esos juegos debajo de las
sabanas donde describíamos nuestras propias realidades alternas, donde no sabía
donde terminaba un cuerpo y comenzaba el otro, impregnados de toda aquella
porquería a la que quisimos tomar como buenos recuerdos, hoy, no son más que
aquellas imágenes filosas que desgarran nuestras bizarras ganas de
desprendernos el uno del otro.
Nuestras manos
danzaban buscando en la piel del otro aquellos trozos de humanidad que nos
faltaban a nosotros mismos, completarnos, ante mis ojos, se fue convirtiendo en
una desagradable forma de darnos cuenta lo miserables que somos, que fuimos y
que seguiremos siendo sin importar cuantas veces nos sigamos viendo o cuantas
veces tratemos de olvidar nuestros nombres al mentirnos, pretendiendo que otras
pieles cubran nuestros errores, jugando a que no nos importamos y sin embargo
no poder dejar de pensarnos, de odiarnos y no poder dejar de extrañar las
nauseas que nos provocábamos al amanecer uno al lado del otro.
Me volví un
filántropo entre tus senos, amando sin darme cuenta de que sucedía a mis
espaldas, fuiste como un borrador de esencias que mientras más veces me perdía
entre tus caderas mas iba olvidando de lo que había sido de mi en los últimos
años, quizá por la ausencia de palabras bonitas o el exceso de insultos que nos
llevaron a confundirnos y terminar por asquear lo que había comenzado sin
sentido.
Mi cuerpo se
estremecía por cada puntada que recibía mi pecho al tocarte, por deslizar mis
manos por tu cabello y conjugar versos oscuros alrededor de tu cuello, por
desvestirte entre poemas y prosas que mostraban lo decadente y vacía de
nuestras vidas, relatando párrafos amorfos de cortesía de la cual terminábamos
riéndonos por no encajar en aquello que todos conocían perfectamente, la vida.
Mi falta de
caballerosidad surgió al momento de darme cuenta que no llegaríamos a ningún
lado, pero como negarme a unos últimos besos aun cuando nuestros cuerpos ya se
habían aburrido al contacto de nuestras envejecidas pinceladas grotescas, que
intentaban hablar, a pesar de que el tiempo se había encargado de dejarnos
mudos.
Las bestias que
rondaban en mi habitación siguen preguntando por ti, por todos aquellos
momentos que te vieron llorar mientras te hacia mía, soportaba aquellas lagrimas
bañando mi cuerpo, tan solo por seguir sintiendo tus manos en mi pecho,
mostrándome lo insignificante que era al terminar por rendirme ante un deseo
tan precario como lo es el necesitar una compañía y aun así, no saber si fue
amor, odio o insuficiencia aquello que nos unió o aquello que nos ha separado.
Sigo escuchando
aquellos susurros que no me dejan dormir por las noches, aquellos que me
cuentan las veces donde probábamos lo desconocido, noches donde llegue a
explorar tu cuerpo al punto de conocerte mejor de lo que tú misma te habías
conocido, noches donde mi lengua dibujaba los mejores cuadros eróticos en todo
tu cuerpo, probando hasta la última gota de ti, tan solo para averiguar que
tanto podía soportar, solo porque tenias ese toque tan absurdo, tan decadente
que te hacia tan diferente al resto, pero fue así, con tus malditos defectos
que termine por comprender que a pesar de inspirarme con tu ausencia, tenias
mejor sabor que esta soledad que me mata lentamente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario