En medio del sin sentido del mundo, dos mitades luchan por
el control de un cuerpo. Verdades a medias, ira descontrolada, desprecio incomprendido,
amor injustificado; junto a este mundo de letras en blanco y negro.
He estado centrado por mucho tiempo en aquel rincón oscuro
de mi habitación, ahí, donde mis pensamientos se van acumulando sin que nadie
pueda acceder a ellos, escondiéndose de aquella luz que puedan mantener cegada
a aquella ambición bizarra y obsesiva, que sueña con algún día terminar por devorar
lo poco que me queda de aquellos días felices que algún día existieron, salir
desde dentro y convertirse en la única esencia que me queda o más directamente,
lo único que siempre he sido sin darme cuenta.
Agraviado he tomado un puñado de letras tratando de pedir
ayuda, sin que nadie entendiese el verdadero mensaje, hoy, me he cansado de
mensajes subliminales camuflados con alabanzas absurdas hacia lo que nadie más
conoce, me he cansado de aquellas palabras cargadas con exceso de positividad
que no son más que mentiras tergiversadas en lastima y una pequeña porción de
más de lo mismo del mundo, nada que aportar a alguien que tiene tan poco que
transmitir sobre sí mismo y sus incontables intentos por escapar de la
realidad.
Acostado sobre aquella falsa serenidad he aprendido a llorar
sin derramar lagrima alguna, por medio de protestas imaginarias y orgias
malditas de todas estas emociones descontroladas, suicidas, que terminan
muriendo cada día con cada respiro y cada palabra que se tragan, asesinos que vacilan
constantemente en como arrebatarle la vida a algún familiar o a algún
desconocido que camina por la acera del frente; tantos mundos distintos dentro
de una misma persona.
La mujer asqueada de su cuerpo por las incontables marcas
que les ha dejado el destino, el niño agotado de los maltratos de sus padres, encontrando una salida con sus amigos imaginarios, el anciano que por su falta
de valentía a desgastado sus años de vida suponiendo hechos por no atreverse a
intentar, la madre que termino por arrepentirse de haber tenido el niño y el
hombre que se dio cuenta que era un mal padre al tener a su niña de ocho años ensangrentada
debajo de el.
Todos escondidos en aquel rincón grotesco de mi habitación,
lamentando la vida, entonando al unisonó los gritos de agonía que por las
noches no me dejan dormir, posando el insomnio sobre mis ojos, así vivo,
creando libros que nadie leerá, escupiendo verdades que nadie tomara en cuenta,
vomitando sentimientos hasta quedarme vacio y así, cuando esos demonios se presenten
y ya no quieran convertirse en historias, traeré el infierno a mi mundo y con
el, el final de lo que se ha formado todas las noches al mirar la luna
presentarse por la ventana de mis ojos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario