Hace mucho tiempo que los minutos
comenzaron a pasar de manera lenta, haciendo los días más pesados, las noches
más largas, los instantes eternos, instantes oscuros que me toman por la
garganta y presionan ese nudo que hace que las palabras no salgan, con voz
quebrada y forzada a penas murmuro quejas que rebotan en las paredes de mi
habitación, escuchando voces externas que laceran cada una de las heridas que
exteriormente no pueden divisarse, quiero silencio.
Quiero ese silencio que por
momentos me deje pensar que somos algo más que una ilusión fugaz en esta
continua rutina autodestructiva con la que muchos sonríen por simple
conformidad, mientras que otros buscan en cuentos de hadas la fe perdida que
tienen en ellos mismo, títeres utópicos y fragmentados en conceptos moralmente
estructurados, caricias dedicadas al desprecio que logran tenerse hacia ellos
mismo aquellos que sueñan con ser algo más que la escoria en la que se han ido
convirtiendo, sin el valor para gritarlo, hoy después de tanto gritar
maldiciones hacia la nada, quiero silencio.
Miro el horizonte en ocasiones,
tratando de encontrar en los detalles menos importantes una razón más fuerte
por la cual no tomar todas mis emociones y ahorcarme junto a ellas observando
cómo se cortan las venas una a una, hasta quedarme vacio, mas vacio, mas hueco,
siendo un caparazón, que se va desmoronando con cada respiro y cada susurro que
llega a mis oídos cansados de escuchar toda clase de mierdas repetitivas a la
que la gente se aferra para catalogar aquellas cosas que no conocen, etiquetas
bastardas que representan lo que ellos llegan a ver, pero no a sentir, no soy
un escritor gritándole al papel, soy alguien que se canso del ruido interior y
ruega un poco de silencio, alguien que esta noche dormiría tranquilo si no
tuviera nada que decir y el papel que tengo al lado de mi cama se quedara en
blanco.
No quiero escuchar el llanto de
los desdichados que se han buscado sus fracasos, no quiero escuchar el llanto
de aquellos que se dieron cuenta que sus mentiras fueron descubiertas, no
quiero escuchar al hombre que ha sido infiel llorando por quedarse solo, ni a
la mujer que llora en los brazos de su amante por no saber que hace con alguien
que no la llena emocionalmente, basta de pseudo-escritores gritando falacias
para ser leídos y basta de los moralistas tratando de censurar las cosas que se
escapan de su racionamiento, basta del religioso que no puede guardarse sus
oraciones para la oscuridad de su habitación y basta del ateo que grita la
inexistencia de Dios, basta de mi y de toda esta animadversión que me llena.
Basta de adulaciones por compromiso y basta de caricias frías en la cama de
seres que no se aman, tan solo… quiero silencio.
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