Sin darme cuenta, estaba ahí, observando
el infinito en una fotografía. Esperaba que por arte de magia algo dentro de mí
despertara, que aquello que entraba por mis ojos pudiese otorgarme la duda de saber
si seguía viviendo o simplemente vagaba en este mundo, como un ente que estaba destinado
a derramar lagrimas, a componer tristezas, no encontraba razón alguna para mi
letargo.
Cuando caminaba me gustaba
imaginar que me dirigía a algún lugar donde siempre estuviese lloviendo, al
menos así, el mundo expresaría lo que por las noches no me deja dormir, ese
caos que termina por humedecer mis ojos; esta sátira donde vivía me confundía,
no sabía si trataba de morir o por intentar vivir… moría, estaba perdido en
aquellas pequeñas cosas que sin sentido me rodeaban, monumentos dedicados a mi bizarra
obsesión, esa que me convertía en un narcisista artificial, esa misma que camuflaba mis complejos con
naturalidad, todo para hacerme caer de forma que nadie lo notara.
Mis sonrisas siempre terminaban
por deformarse frente al espejo, de una manera grotesca siempre encontraba la
forma de terminar odiando cada momento de felicidad, quizá por creer que si me
aferraba a ellos, el golpe seria mas fuerte cuando la realidad me golpeara a la
cara, con la misma delicadeza con la que una puta te regala muestras efímeras de
afecto.
Aquella silueta que se notaba a
contra luz, se había convertido en mi peor enemiga, hacia revivir caricias con
las que había soñado por tanto tiempo que, al final de todo, solo se fue
quedando el veneno, solo se fue quedando el vacio, solo se fueron quedando los
besos que había guardado al lado de mi cama para estos momentos de soledad, donde
ignoraba que la ausencia se había apoderado de todos aquellos abrazos que en su
momento, fueron la gloria, ya que hoy solo son el preámbulo a la decadencia del
alma.
Por estar buscando en aquellos
ojos algo más que mi reflejo, termine desnudando mis emociones a quien solo
supo tragarse mis cursilerías para escupirlas en el piso y burlarse de lo que
una figura insípida como la mía, pudiera sentir. Ahora me pregunto si piensa en
mí, después de ser yo quien escupió en sus suplicas al pedirme que la dejara
ir.
Había tomado el habito de mirar
al pasado, quizá por eso aun conservo su fotografía, para sepultar todos los días
los sentimientos de culpabilidad que me invaden, por estar aquí, mirándola, sin
saber que será de ella, sin sentir más sus falsas miradas compasivas o sus ojos
desorbitados pidiendo ayuda. Quizás mientras
siga mirando el infinito, siga pidiendo piedad a mí mismo para acabar con
aquello que odio, tan solo por ser lo que ella hubiese deseado, mi miserable
existencia.
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