Hola...
Realmente comenzar a hablar de ti
representa un gran reto, no porque no sepa como comenzar, como siempre,
terminar será el problema, así como comenzabas tomando vida en mis noches
solitarias, detener aquel rodaje excitante siempre me complicaba las noches, prefería
soñar contigo despierto, así no lograbas sorprenderme, siempre deteste las
sorpresa, soy un amo rotundo del control y sin embargo, tú me haces perderlo a
cada momento.
No sé a dónde se iba mi
conciencia cuando te miraba, lo peor de todo, es que nunca supe si realmente
estaba enamorado de ti, lo único cierto es que aun ahora, no soportaría perderte,
después de tener la rosa más hermosa del jardín para mí, no me permitiré dejarla
libre de nuevo; lo lamento en cierto
punto ya que jamás quise privarte de tu libertad, pero al fin y al cabo todos
somos prisioneros de algo, yo prisionero de tu belleza, tu, prisionera de mis
ganas de ti.
No sé si fue tu delicadeza al
tratarme, el brillo que se escapaba por tus ojos cuando hablabas de algo que te
apasionaba, esas caricias que parecían dejarle mensajes subliminales a mi
cuerpo o esos besos, oh, esos besos que incitaban disimuladamente a tomarte sin
importar el lugar donde estuviéramos, quizá eso nos caracterizaba como una
pareja extraña, pero qué más da que el mundo nos viera de reojo, si tus gemidos
iban a la par con mis deseos.
Tu caminar era una oda a lujuria,
pero no sé si era por tu delicadeza o esa ternura que caracterizaban tus
movimientos, que me hacían sentir más vivo. Tu silueta bajo la luz tenue de mi
perversidad, dejaba resaltar esos hermosos senos, esperando por mí, por estos
labios que proclamaban tu nombre cuando te alejabas y alababan tu cuerpo cuando
te tenia, cuando te iba desnudando con aquella delicadeza que te gustaba
descubrir el cuerpo. Danzar era nuestro ritual a la hora de hacer el amor.
Donde mis manos buscaban tocar algo
más que tu pecho, algo más que tu intimidad, siempre tuviste esa peculiar
cualidad de hacer que me olvidara de mi cuando te tenía en frente, era yo, el
hombre más afortunado del mundo al probar los manjares que ofrecía tu piel,
desde el día que también fui capaz de robar tu inocencia, con el primer beso,
con la primera caricia, con la primera noche juntos, que revivía constantemente
cuando me inventaba mas noches contigo, para soportar la soledad.
Francamente, sabía que no soportaría
mucho seguir pasando las noches solo conmigo, estar lejos de ti me volvía cada
segundo, un poco más insoportable, necesitaba estar en ti, calmar los susurros
en mi cabeza con tus delicadas manos masturbando mi ego y haciéndome eyacular
palabras de amor,
Necesitaba de aquella niña
consentida en la que te convertías, para conseguir las cosas que se proponía, de
manera indirecta soy yo el que está siendo dominado por ti, a pesar de ser tú
la que se vea obligada a seguir llenando mi vacio.
No sé si fue tu delicadeza, la
verdad. Pero fuiste tú quien me hizo enloquecer, fuiste tú la que me saco del
entorno en que me había sentido cómodo, fue en ti en quien encontré la aceptación,
incluso de mi mismo y, fue tu cuerpo, fue la perfección de tu cuerpo, la que me
ha enseñado que en la vida hay cosas que vale la pena conservar, aun cuando parece
que el tiempo quiere desvanecerlo y… a pesar del estado en que te encuentras,
sigo sintiendo las mismas cosquillas que sentí, cuando aun tu respiración erizaba
los vellos de mi nuca.
Adiós, tu amado… John.
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